"Célebre muy joven, Neruda avanzó con la naturalidad de la evidencia.
Su poesía fluía como un río. Era agua del cielo. Cada poema centelleaba. Los lectores se lo aprendían de memoria. No tenían ni que aprendérselo; se les quedaba grabado en la piel, prendido en los labios, corriendo en las venas. Neruda era sangre de su sangre, carne de su carne."
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